martes, 25 de noviembre de 2014

La Dolce Vita. Parte 1

Historia, cultura, arte, pasta, gelato, vespa, bambino... sí, te estoy dirigiendo hasta Roma.
Roma;  ciudad del amor,  rincones secretos, aire sofisticado, calles abarrotadas, tiendas de infarto, olores de algodón, sabores mágicos. Roma es una ciudad que te enamora tras dar el primer paso.




Pues sí, allí estaba yo... sentada en la gran escalinata de plaza de España, observando las idas y venidas, tranquila pero exaltada, extrañada pero segura, sola pero completa. La vida había querido regalarme la oportunidad de estar en otro país, de nutrirme de cultura. A partir de ese momento me llevaría dentro de mi, un pedacito de Roma.




Este viaje fue especial desde el minuto cero hasta el último cuando regresé a casa... Tuve la gran suerte de conocer la ciudad sola o mejor dicho con la mejor compañía pero eso dejo que lo decidas tú.




¿Alguna vez has viajado solo? ¿Estas dispuesto a regalarte algo así?

Creo que todas las personas deberíamos sentirlo al menos una vez en la vida, también creo que todo llega en su debido momento y que si sucede es que estas preparado.

Tenemos cierto miedo a hacerlo, pero ese mismo motivo es el que hace que merezca la pena porque las cosas buenas son aquellas donde el fracaso es una posibilidad. Posibilidad que te empuja al sacrificio y a la superación.





No lo creerías si te dijera lo divertido que es:


  • Coger el mapa, moverse por las calles, perderse y descubrir cosas que jamás hubieras encontrado con un plan establecido y que te roban sonrisas.
  • Parar,  sentarse en cualquier plaza a observar el mundo porque nadie más que tu decide, tu marcas el ritmo, te dedicas a tus necesidades. 
  • Comer al aire libre donde hay música en vivo. Compartirlo al 100% con tus sentidos, porque los sonidos, los olores y los sabores son el centro de tu atención y por ello todo suena, huele y sabe mejor.
  • Sentir que te vuelves más receptivo, ahora te das cuentas que existen más miradas que jamás hubieras percibido y descubres como se te abre el mundo.


De camino a casa, sentada en el avión y mirando el infinito pasaron dos frases por mi cabeza, tenía una explosión de sensaciones pero esas frases resumían la lección que había aprendido. Una era que no es lo mismo estar solo que sentirse sólo y dos que hay saber disfrutar del pánico a vivir la vida.


El regalo de vivir Roma a solas tuvo un precio, que yo quise pagar, por el cual arriesgué. Con esto no quiero decir que fuera algo negativo sino todo lo contrario. Era una aventura que me hacía sentir viva, ilusionada, feliz y como no,  libre.





¿ Entonces qué fue lo que me llevó hasta Roma ?

Septiembre, visita a Madrid, una mirada, una sonrisa, dos besos y una tarjeta de contacto... sí, todo empezó ahí. 

Tan real cómo mágico, tan increíble como romántico... 

¿Tendría Sara Carbonara una cita a ciegas en Roma? ¿Su acompañante no se presentaría a la cita? ¿O salió corriendo al verla? te espero en La Dolce Vita. Parte 2 para contarte con un toque travieso lo más especial de esta gran historia.




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